viernes, 24 de octubre de 2014

Sin Título, No. 1

Las risas y las lagrimas son complementarias, o eso es lo que dicen por ahí. Una vez, mi tía Susana me dijo que de tanto reírme, iba a llorar la misma cantidad. ¿Que paso? Antes de que falleciera mi abuelo, llore hasta el punto de que se me bajo la presión (y creo que me deshidrate).
Últimamente me he reído mucho. He estado muy contenta, muy risueña. Si, más de lo normal, y si me conoces sabes como soy. Pues bueno, ahora mi miedo es el momento en el que voy a llorar.
La vez que me deshidrate, fue porque tuve un problema con la relación en la que estaba en ese momento. Yo había estado celosa de unas cosas que había visto en su Facebook, él se había molestado mucho, cortamos. Lo busque, le dije cosas de las que me arrepentí, el me dijo cosas de las que, creo, se arrepintió. Fue una batalla campal. Estuve en cama por dos días, llorando y sin querer probar bocado. El día que decidí levantarme de la cama, baje por una taza de champurrado (una bebida de chocolate, preparada con masa para hacerla más espesa y con leche condensada para agregarle la parte dulce), y casi me caigo porque se me bajo la presión. ¿Cuál fue la factura? Dos tatuajes, un ex novio y la lección de no volver a llorar de esa manera. A la semana, falleció mi abuelito, don Galo. Sí, llore un poco más. Trato de recordar cuanto reí, cuantas risas gaste para pagar con tantas lagrimas, pero no sé cuanto fue.
¿Esta vez será diferente? Yo espero que sí. Ahora si recuerdo cuanto he reído y ahora estoy pagando con risas toda la felicidad que la vida me regala. ¿Qué debo esperar de ahora en adelante? Nada, vivir sin esperar algo a cambio, disfrutar del pasar de los días, saborear las horas como si fueran una bola de helado de mi sabor favorito...

Los amo :*

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